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El DCODE prometía este año 18 horas de música ininterrumpida y en ese aspecto cumplió las expectativas. Cerca de las 12 del mediodía abrió sus puertas el festival madrileño, ubicado un año más en la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM, una amplia pradera con cero árboles que, en un día tan caluroso como el pasado sábado, hizo las delicias de los amantes de la tanorexia.
Para nuestra sorpresa, el público estaba compuesto a primeras horas mayoritariamente por familias al completo, que se disponían a pasar el día con los más peques y, ya de paso, que éstos se fueran instruyendo en la moderna y compleja ciencia del postureo.
En el Escenario Complutense –una carpa, el más pequeño de los tres habilitados–, había dado comienzo el show de los ingleses Nothing but Thieves, una banda que orbita y se nutre íntegramente de la fantástica voz de su vocalista (y guitarrista ocasional) Conor Mason. Los imberbes pipiolos sonaron bastante bien, con un sonido contundente y enérgicamente, una fórmula nada novedosa pero que funciona a la perfección. Nuestro vaticinio es que los veremos próximamente en algunos de los numerosos de los festivales veraniegos que se celebran en nuestropaís. Tiempo al tiempo.
@CharlesVástaguess
@CharlesVástaguess
Los siguientes en hacer aparición en el DCODE fueron los también jovencísimos Belako, un grupo vasco un tanto inclasificable que mezcla punk-rock y electrónica, un batiburrillo musical que realmente merece la pena ver. Pese a los problemas técnicos que sufrieron al comienzo del concierto, los chicos demostraron muchas tablas a la hora de aguantar el chaparrón. Y es que, cuando todo estuvo ok, compensaron con creces al paciente personal allí congregado, con el que consiguieron una complicidad instantánea. A continuación, llegó el turno de León Benavente. Melodías con mensaje social y político a la hora de comer, una circunstancia que advirtieron y criticaron veladamente los artistas españoles.
Después de comer y reposar en una algunas de minúsculas sombras en las que se encontrar cobijo –era imposible permanecer al sol–, nos concentramos junto a algunos valientes dcoders frente al banda Jimmy Eat World. Los de Arizona, con Jim Adkins a los mandos, resultaron bastante repetitivos, con reminiscencias a los también cansinos Blink 182, pero sin duda mucho más mediocres.
Más nutrido y enérgico fue el recibimiento que recibió, ya a media tarde, el grupo Eagles of Death Metal, dejando de lado el lamentable episodio vivido en la Sala Bataclan, y que en sus giras no toma partido Josh Homme, cofundador y colaborador en estudio de la banda. Después de que Jesse Hughes mostrase sus respetos a las hermosas groupies madrileñas apelotonadas en las primeras filas, comenzaron a sonar sus mayores hits: I only want you, Miss Alissa… Mención aparte fue el emocionante cover homenaje a David Bowie (Moonage Daydream) y el tema de cierre, Speaking in tongues, uno de nuestros favoritos, en el que se recrearon con solos de guitarras, y nos entretuvieron con juegos de coordinación entre Jesse y el guitarrista principal, quienes se retaron con el dúo bajista-batería en una divertida batalla que puso la guinda a un concierto breve pero que nos dejó a todos con una sonrisa de oreja a oreja.
Obviando a Love of Lesbian (LOL, vaya risas de siglas), a los que últimamente vemos más que a muchos de nuestros familiares, el festival avanzó sin dilación hasta el cabeza de cartel, el Johnny Cash español, el Jim Morrison de fruta escarchada, el muchachico maño de acento mejicano: Enrique Ortiz de Landázuri Izarduy, Bunbury para los amigos.
Con el público viejoven mordiéndose ya los carrillos (gesto indentificativo entre sus fans), dio comienzo un espectáculo en el que Bunbury repasó su amplia trayectoria, comprimiendo su setlist –dado el escaso tiempo de que disponía– y, cómo no, dando prioridad a muchos de los éxitos de su época con Héroes del Silencio (no sonó Entre dos tierras, pero sí ‘A la plancha’).
Aunque no somos fans del zaragozano, hay que reconocer que el concierto fue perfecto, que los presentes disfrutaron de lo lindo y que Enrique tiene una voz sorprendente en vivo, además de una presencia y unas dotes de artista de las que sólo los grandes pueden hacer alarde.
De los conciertos posteriores, destacables fueron los de los gallegos Triángulo de Amor Bizarro, con un post-punk que nos hizo entrar en modo shoegaze, y Delorean, con los que incluso llegamos a hacer el amago de bailar.
eaglesofdeathmetal
@CharlesVástaguess
En conclusión, el DCODE 2016 fue un festival correcto sin más. Pagabas por lo que ibas a ver, ni más ni menos. Y algún euro más de la cuenta si te daba por pedir refrigerios. Por tanto, esa promoción en la que te venían a decir que te gastabas lo mismo un día de fiesta que un día en este festival es por decirlo suavemente, incierta.
By Iulius de Lafontaine & Charles Vástaguess

Post Author: indiehache

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